Con una técnica impecable, que hace honor a su título, en Contrapunto
Aldous Huxley entretejió con musical armonía un cuadro de personajes, temas y
desazones que sembró la semilla de lo que sería Un mundo feliz y nos enseñó lo
que podemos aprender de la música como escritores.
Nota publicada también en Crac! Magazine
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Huxley meditó sobre la construcción de una novela en
consonancia a, por ejemplo, una melodía de Beethoven: los cambios, las bruscas
transiciones (la majestad alternando con la broma, por ejemplo, en el primer
movimiento del cuarteto en si bemol mayor o la comedia sugiriendo de súbito
solemnidades prodigiosas y trágicas en el scherzo
del cuarteto en do sostenido menor).
“Se expone un tema:
luego se desarrolla, se cambia, se deforma imperceptiblemente hasta que, aunque
permaneciendo reconociblemente el mismo, se ha hecho totalmente diferente. En
las series de variaciones, el procedimiento se lleva un paso más allá. Por
ejemplo, esas increíbles variaciones de Diabelli. Toda la extensión del pensamiento
y de la emoción y, no obstante, en relación orgánica con un ligero y ridículo
aire de vals. Poner esto en una novela. ¿Cómo?”.
En la gran escala, en la construcción.
La fórmula está en los argumentos de contrapunto: las mismas
transiciones bruscas se logran en las intrigas paralelas y en el número de
personajes. Mientras Elinor se aterra ante la enfermedad de su hijo, un hombre
casado suspira enloquecido por su amante y un director de periódico, que se
vende como un partidario de la moralidad, seduce a su secretaria. Alternancia
de temas.
También las modulaciones y variaciones: se duplican las
mismas situaciones en varios personajes disímiles que las atraviesan de maneras
diferentes; o incluso personajes símiles que vivencian situaciones diferentes y
contrapuestas.
Incluso variaciones en los aspectos del narrador;
contrapuntos que se alternan entre visiones estéticas, psicológicas,
metafísicas, económicas o emocionales.
Personajes duros como granito, personajes miserables y
hediondos, personajes que le rinden culto a la razón o a sus pasiones; todos se
sientan a la mesa a discutir sobre la malevolencia del modernismo en el que
viven y cómo destruye el alma del hombre con los productos en serie y el
foxtrot mientras sus almas se desgarran y luchan por justificar sus vidas ante
sí mismos.
La novela de Huxley se entreteje con una multitud de
historias. Todas tienen puntos en común y los personajes son causas y
consecuencias unos de otros. Todos se pasean entre fiestas aristocráticas,
tertulias con nobles venidos a menos o recreándose en la decadencia.
Al poco tiempo entendemos que se nos presenta el cuadro de una sociedad frívola y con conciencia de que el mundo se estaba transformando, tal como fue la década del veinte en Inglaterra.
Pero este es un cuadro en el que podemos sumergirnos y
explorar las vísceras de los racionalistas que trataban de negarlas o presentir
la autopsia de personajes sonrientes y ladinos, pero aterrados de la soledad, de
la muerte, del vacío.
Es cuadro, disección y denuncia del mundo intelectual en
brillante clave de armonía musical y argumentos de contrapunto.
La sociedad de marcado tono nihilista que se nos presenta
en Contrapunto es la que cristalizaría más tarde en el argumento de Un mundo
feliz.
Sin otro particular,
Mr. Nemo
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