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Cada vez que encendemos el televisor, invariablemente nos enfrentamos con un ente abstracto y vacío de contenido que tratará por todos los medios de sembrar nuestras almas (en menor o mayor grado de discordia) con planteos metafísicos o dudas cuasifilosóficas de un calibre semejante a “¿por qué ver a una mujer bailando en un caño si puedo ver a dos?”, “¿por qué todas las modelos son estúpidas?”, “¿por qué la gente inteligente no suele ser atractiva?".