viernes, 24 de agosto de 2012

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El cielo se tiñe de óxido y sangre. Los ojos tristes de una chica desaparecida me miran desde un cartel en un corredor del subte… tienen más vida que los ojos muertos de los pasajeros grises que me rodean; grises como el cielo nublado. Algunas cosas no cambian. Yo la conocía, por eso me sorprendí. Me sorprendí por estar conjugando “conocía” en pretérito imperfecto, definible como aquella conjugación verbal de una acción pasada interrumpida por otra, contrastada con la realidad presente. ¿Por qué no puedo ser capaz de decir que aún la conozco? ¿Qué oscura melancolía se derrama desde esas nubes plomizas o emerge con rapidez de esas crujientes baldosas rotas que uno pisa, aunque trate de esquivarlas? El cielo enmudece, esperando el trueno relampagueante que sea el preludio de su caída. Cierta página digital de redacción de notas considera que mi estilo es demasiado subjetivo para contratarme; grises como el cielo nublado. Algunas cosas no cambian.

jueves, 9 de agosto de 2012

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Se paseaba la Silvana
por su huerta la florida,
con su guitarra en la mano;
firmemente la tañía.
Su padre la estaba viendo
por una alta celosía:
“Si tú quieres ser, Silvana,
por una noche mi amiga”.
“¿Y las penas del infierno,
padre, quién las pagaría?”
“El Padre Santo está en Roma,
todo lo dispensaría”.

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