Pasó medio año desde la publicación de los últimos acontecimientos sobre el fenómeno fantasmal de f4tim4. Ese lapso estuvo lleno de muchas circunstancias —relacionadas con el trabajo, con el estudio y con la cuarentena— que me mantuvieron aislado en mi propia realidad. Cada vez converso menos con Estrella; apenas intercambiamos novedades en ese espacio fronterizo entre la noche y la madrugada, cuando ella se levanta temprano y yo todavía no me he ido a dormir.  Ella me tranquilizaba con breves mensajes en los que afirmaba que estaba bien, que las apariciones de f4tim4, para bien o para mal, habían terminado y que no quería hablar de eso hasta que hubiera pasado un tiempo y los recuerdos se enfriaran. 

Lo que empieza como un inocente ejercicio de nostalgia nos invita a querer sumergirnos cada vez más profundo en esas aguas oscuras que son los recuerdos infantiles. ¿Cuánto fue verdadero, cuánto fue fantasía y cuánto fue pesadilla?