La casa de hojas
es un libro que trata sobre un libro que trata sobre una película que trata
sobre una casa que es un laberinto. Es, en resumen, un libro que es un
laberinto.
Género: literatura experimental
Título: La casa de hojas
Autor: Mark Z. Danielewski
Editorial: Pálido Fuego & Alpha Decay
Año: 2014
Páginas: 704
Título: La casa de hojas
Autor: Mark Z. Danielewski
Editorial: Pálido Fuego & Alpha Decay
Año: 2014
Páginas: 704
Novela debut de Mark Z. Danielewski; la obra se convirtió
rápidamente en un texto de culto que se alzó con numerosos galardones. Su
singularidad radica en ser uno de los mejores exponentes de la literatura
ergódica, término que designa un tipo de literatura que requiere un
considerable esfuerzo por parte del lector para atravesar el texto, razón por
la que fue declarado por The Washington Post Book World como “la primera gran
novela experimental del nuevo milenio”.
La casa de hojas
es, por lo tanto, una obra difícil de catalogar y aun más difícil de resumir (o
incluso de leer). El libro entero es un laberinto, y el lector incauto puede
perderse antes de haber tenido contacto con el libro: tantas son las reseñas e
intentos de análisis del texto de Danielewski que muchos lo confunden con una
película, con un videojuego, con un ensayo o con una broma pesada. A primera
vista, La casa de hojas no es un
libro tan extraño como parece: tiene una historia que contar y personajes a
través de los cuales surge un conflicto que dirige la acción (como en casi toda
ficción que se precie). Will Navidson, un prestigioso fotoperiodista, se muda a
una nueva casa con su mujer modelo y con sus dos hijos pequeños;
fundamentalmente, para salvar su matrimonio.
No obstante, el libro abre con un prólogo en primera persona
de Jhonny Truant, un joven tatuador politoxicómano de Los Ángeles que se
encuentra con un puñado de apuntes escritos por un tercero sobre las vivencias
de Navidson. De esta forma convergen dos historias dentro del libro: por un
lado, el arco argumental de Johnny (que, como compilador del libro, deja notas
a pie de página e incluso cuenta cosas de su vida en ellas) y, por el otro, la
de El expediente Navidson; que no es más que la propia historia inquietante de
Navidson y de la casa.
La novela avanza, retrocede, gira sobre sí misma, se ataca,
llega a callejones sin salida y puntos de oscuridad total para contar esas
historias. Jhonny Truant declara desde el principio que la obra está plagada de
errores (algunos hechos por el escritor original; otros, por él mismo) y poco a
poco El expediente Navidson comienza a enloquecerlo mientras trata de montar el
texto. Esta locura se extiende a las páginas, que comienzan a convertirse en un
laberinto de tipografía y maquetación surreal: páginas en blanco, páginas al
revés, fotografías, bosquejos a lápiz, partituras y páginas enteras que dicen
exactamente lo mismo. Poco a poco la locura se contagia también al lector, que
debe esforzarse para abrirse camino en un texto que, como dice la primera
página, no es para nosotros. El lector que encuentre la salida del laberinto no
saldrá igual que como entró. Tampoco verá las mismas cosas que otros (que erraron
por otros pasillos, galerías y oscuridades del laberinto) han visto. Algunos
han visto un homenaje a Jorge Luis Borges entre las páginas; otros, una obra
que analiza la perspectiva como base y límite del saber humano; algunos, una
reflexión metaliteraria; la mayoría, una historia de miedo o una historia de
redención y superación personal.
La casa de hojas
es todo eso y mucho más. Fundamentalmente, la evidencia de que todavía queda
mucha innovación literaria por ver y de que la diferencia entre ver una historia
de terror (como la mayoría de los críticos han llamado a la obra) y una
historia de amor (como afirmó el propio Danielewski) es una cuestión de segundo
plano mientras recorremos esta monumental e intrincada novela.
La obra, indudablemente, cumple con su cometido: logra
desconcertar, espantar, impresionar y esperanzar. Su triunfo final es no solo
literario, sino también como juego y laberinto. Meses después de haber
terminado la novela me encuentro frente a un caótico montón de apuntes,
fotocopias y anotaciones. En el centro, el libro. Trato de domarlo y meterlo en
esta jaula de dos carillas: me pierdo, regreso al principio, avanzo, me topo
con un callejón sin salida. Descubro boletos de colectivo dentro de las
páginas, llenos de anotaciones para avanzar en el texto, y pies de página, que
yo mismo agregué, bajo las anotaciones de Johnny Truant. Todavía sigo perdido
(y ni siquiera lo sabía) en los pasillos oscuros e infinitos de La casa de hojas.
Sin otro particular,
Nemo
No hay comentarios:
Publicar un comentario