Los ojos fijos y expresivos, resueltamente trazados con
lapicera de colores sobre el rostro de porcelana blanca, me devuelven tu
mirada.
Esa mirada me sobrecoge haciéndome revivir sentimientos
olvidados. De alguna manera me asustan, como quien está parado frente a un
abismo muy profundo, sintiendo vértigo y el llamado irresistible del vacío que
invita a dejarse caer.
Esa mirada indescifrable de alguna manera me hace sentir
vivo. Con deseos de caminar sobre el pasto, de contemplar las aguas grises y
movedizas del río, de volver a soñar con finales felices.
En un reino de sombras, donde construyo castillos de arena
con miradas, torres de naipes con sonrisas y me paseo por las largas galerías
de los recuerdos, un solo gesto tuyo puede destruir todo mi imperio.
Un solo gesto tuyo es más real que el más lúcido de mis
sueños, que la más larga de mis novelas, que el más triste de mis recuerdos.
Ya estaba habituado a caminar por calles oscuras y a darle
vida a los fantasmas de la gente. A caminar de la mano con títeres y marionetas
hechas de palabras, entonces llegás a revolucionarlo todo.
Pero no te alzas entre el oleaje y el polvo como un bastión
inexpugnable de fuerza y de fe, una torre que provoca un temor reverente. Sino que
caminás a mi lado y sos la joven promesa de un águila que tendrá poderosas
alas.
A quemarropa te disparé un reto. Vez tras vez te puse a
prueba.
Siempre saliste airosa, con una sonrisa, sin darte cuenta
siquiera del trance por el que te hice pasar.
Este texto no tiene final, es apenas un mero paréntesis en
la historia: como una hoja que cae de un árbol o una lágrima que rueda por una
mejilla, algo furtivo, rápido y cargado de significación para aquellos que no
perdieron el hábito de observar.
Luego vendrán nuevos textos, nuevas hojas, nuevas lágrimas.
Y muchos te tendrán como protagonista.
Mathematicus
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