¿Empezar por dónde? Pues por el principio, si es que lo hay.
Más allá de cualquier torrente de palabras con poco o ningún
sentido. Es el momento en el que contemplo mi reflejo en el charco de agua de
mi alma en el que distingo dos fuertes pasiones.
Lejos de conjurar la locura, como la enlutada pluma de
algunos ominosos autores han hecho, como yo mismo he hecho en numerosas
circunstancias, me limito a ser un mero espectador de mis propias pasiones.
Como persona escindida, confío en que la moneda lanzada al
vacío no caerá de canto, sino que decidirá por una de sus caras.
El temor reverencial de un futuro en el que claramente
reconozco que, de haber tenido solo un poco más de fe, tan solo un poco más de
árida paciencia, tan solo un poco más de desesperado tesón para creer en los
milagros… las cosas hubiesen sido diferentes. ¿Cómo de diferentes? No puedo
saberlo, curiosamente me está vedada mi propia utopía…
En la otra cara está la posibilidad del nuevo suspiro, la
sonrisa cómplice, la emoción vibrante del encuentro y la comprensión. Al
rompecabezas le faltan algunas piezas, ni tan siquiera distingo el contorno de
la imagen, solo sombras informes. Pero allí están el resto de las piezas,
delante de mí.
La mano que arroja la
taba no tiembla ni titubea, a una jugada del azar lo ha arriesgado todo.
Hace muchos años, hubo un tahúr olvidado… la historia no registra su nombre, tan solo que fue el marido de doña Delfina Rodríguez de Barragán y que perdió todas sus posesiones en una mano de taba.
Hace muchos años, hubo un tahúr olvidado… la historia no registra su nombre, tan solo que fue el marido de doña Delfina Rodríguez de Barragán y que perdió todas sus posesiones en una mano de taba.
Nuevamente paso las madrugadas escribiendo sobre ratas y
quimeras, exorcizando mis propios demonios.
Antes de que la moneda caiga, mientras gira ciegamente en el
aire, extiendo la mano y la tomo.
Mi puño se cierra con fuerza. Los tahúres de la vida me recriminan con voces altas, desde
calles desoladas, desde libros ajados, desde recuerdos borrosos. Con voces muy
altas y enojadas.
¡Ah, secreto guardado bajo siete llaves, oculto en el
corazón!
Somos amos de nuestros destinos. Para hacer o deshacer.
Será hora de decidir…
Mathematicus
No hay comentarios:
Publicar un comentario