La mejor forma de empezar a desenvolverse en el lado oscuro
de una gran ciudad sin perderse ningún detalle es tener algún tipo de guía o
manual con una clasificación taxonómica de los entes urbanos salidos de la
imaginación de los hombres.
Hoy me remitiré a una de mis guías preferidas cuando busco
indicios o habladurías que puedan llevarme hacía alguna historia. Me refiero a
la saga de libros Buenos Aires es Leyenda (de los autores Guillermo Barrantes y
Víctor Coviello. Libros que pueden encontrarse de mano de las editoriales
Planeta y Sudamericana). Indudablemente, las leyendas urbanas allí volcadas podrían
haber tenido una investigación más rigurosa: muchas veces el relato de los
autores lleva por caminos falsos o errados (y lo dice alguien que recorrió y
desovilló más de una de las leyendas de esos libros).
No obstante son una excelente base para comenzar a abrirse
camino en la maraña de mitos y leyendas que se entretejen en Buenos Aires.
Todo comenzó una madrugada conversando con el Mapache. El
Mapache es un personaje underground, una leyenda urbana en sí mismo que se mueve
silencioso por las calles con una sonrisa en el rostro; incluso podrías haber
viajado junto a él en algún tren o subte y jamás haberte imaginado su identidad
secreta. Enfrascados en una conversación sobre túneles, monstruos
subterráneos y persecuciones bajo tierra, súbitamente recordé una de las
leyendas de la saga de Barrantes y Coviello: el dragón de Villa Crespo.
Sorprendido de no haberle referido nunca tal historia, se la conté.
El dragón de Villa Crespo
Al parecer, a los escritores les había llegado un muy misterioso
mail, de un tal Claudio Paleka, que los citaba a un café. Ya algo habituados a
misteriosas invitaciones, ellos fueron. Se encontraron con un sacerdote, monseñor Claudio
Paleka, que abrió la conversación aseverando que todas las historias
fantasmales de criaturas abominables son ciertas o que, al menos, tienen un fundamento
de verdad. Tras este preámbulo, Paleka se embarcó en un relato
ambientado en la década de los 80, cuando él apenas era un iniciado y había acudió a
realizar un exorcismo en una casa ubicada en avenida Córdoba y Scalabrini
Ortiz. A los pocos días la dueña de la casa volvió a llamarlo, en un ataque de
histeria, y le rogó que fuera a ayudarla.
Cuando el sacerdote llegó a la casa, se encuentró con una
cuadrilla de obreros que picaban el suelo de la sala. Paleka avanzó entre las nubes
de polvo para encontrarse con la mujer, cuando de pronto se abrió un boquete en
el suelo y asomó la inmensa cabeza de un lagarto. Todos quedaron pasmados. En palabras de Paleka, el animal
medía sus buenos 6 metros de largo y se retorcía atascado en el agujero.
Al parecer, al poco rato efectivos de la comisaría de villa
Crespo coparon la casa, acompañados por unos misteriosos hombres de negro que,
con una serie de herramientas y armas, hicieron desaparecer al presunto dragón
en unas enormes cajas. Así como llegaron, se fueron, no sin antes amenazar a los
testigos para que no dijeran nada. El boquete fue tapado con concreto y la casa fue vendida, la
mujer desapareció de la historia. Antes de todo eso, Paleka pudo asomarse al agujero en el piso
de la sala. Allí descubrió un inmenso túnel, construido por manos humanas, que
se dirigía hacia el lado del arroyo Maldonado…
El Mapache resultó fascinado por la historia. Él es un
apasionado de todos los misterios subterráneos de Buenos Aires, graffitero
clandestino de profesión y merodeador de trenes. Yo mismo lo considero una autoridad sobre el subterráneo de
Buenos Aires. Él caminó por túneles que muy pocos conocen: las catacumbas
oscuras y muertas de la Manzana de las Luces, que se ramifican hasta llegar por
debajo de la Casa Rosada y el Congreso; caminó también por los túneles de la línea
F (muy poca gente sabe la existencia de esta línea en construcción); él vio y
oyó cosas sorprendentes que suceden bajo tierra.
Juntos nos propusimos investigar más sobre el dragón.
Sin otro particular,
Mr. Nemo
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