La misteriosa escuela Ultratumba de la Gruta de Tom B. Stone, la inquietante escuela de la pandilla de Adam Freeman en Fantasville de Christopher Pike, la fantasmal escuela de los mellizos Golding en Poseídos de Anthony Masters, cualquier escuela de cualquier libro de Pesadilla en la calle Fear de R. L. Stine, escuelas en cuentos sueltos de terror, escuelas en novelitas de detectives adolescentes. Las escuelas como espacios dinámicos y narrativos pueden constituirse en oportunidades, en obstáculos, en dolores de cabeza y hasta en pesadillas para los escritores de literatura infantil y juvenil.
Siempre me resulta interesante valorar la verosimilitud de los entornos escolares en la literatura juvenil y más todavía volver a repasarla en libros que me entretenían de chico. No solo la escuela integrada a la trama: profesores que son monstruos en secreto, actividades paranormales cuando la escuela cierra, leyendas urbanas variopintas contadas de generación a generación de estudiantes. También la escuela como el espacio básico que transitan los personajes o la escuela, incluso, como generadora de personajes y de arquetipos estudiantiles (el nerd, el bully, la popular, etc.).
A veces, por una cuestión de mera brecha generacional, el escritor cae en anacronismos muy evidentes al pararse en los borrosos recuerdos de su propia trayectoria escolar al describir y caracterizar el entorno de su historia. Más chocante resulta todavía el autor que decide ―quizás incluso para no caer en el anacronismo― omitir a la escuela como entidad: personajes que solo existen y tienen aventuras al salir del colegio por la tarde.
Repasemos algunos de los grandes clichés de las escuelas en los libros de terror juvenil y propongamos también un acercamiento más verosímil. Hablaré, por supuesto, tomando como referencia el sistema educativo argentino (que es donde trabajo y el que conozco).
Una directora aterradora:
Desde la mítica doctora Morthouse con su colmillo de plata gobernando la escuela Tumba con mano de hierro a cualquier otro ejemplo que se nos ocurra.
¿Cómo funciona un equipo directivo? Un equipo directivo en general consta de un cargo de director, uno de secretario y uno de vicedirector (en escuelas con matrículas muy grandes puede haber más de un secretario o vice). A estos cargos se puede acceder luego de pasar un examen y una entrevista; básicamente se evalúa el conocimiento de las diferentes normativas y su aplicación en situaciones concretas y reales. El secretario se ocupa de labores administrativas (por ejemplo, revisar que todos los docentes estén cargados correctamente en el sistema, manejar las bases de datos con la información de los estudiantes, etc.); el vicedirector se enfoca en que el plantel docente trabaje de manera más o menos coordinada sobre un proyecto pedagógico y en contener a las familias; el director es capaz de hacer todo lo demás ―y en escuelas donde no cuentan con secretario o vice, es quien las hace―, además de ocuparse de las contingencias del devenir diario: poner algo de orden entre los estudiantes, mediar en algún conflicto, recibir a alguna familia, indicar alguna corrección a un docente, etc.
Perfiles de directivos:
- El laissez-faire, el directivo que deja que todo fluya y raras veces interviene ante un conflicto. A veces son personajes que trataron de proponer cambios en el pasado y sus espíritus fueron quebrantados por el sistema, también están los que toman el cargo esperando la pronta jubilación y los que simplemente son vagos. Es la clase de directivo que minimiza u oculta actos de violencia dentro de la escuela o que es capaz de encubrir a otro docente con tal de no tener que recibir una sanción administrativa.
- El directivo comprometido que se toma en serio su cargo y lucha con denuedo contra los diferentes obstáculos que arrastra la corriente del sistema. La mayoría termina tomando psicofármacos para evitar un desmoronamiento mental. Terminan renunciando o convirtiéndose en el directivo laissez-faire.
- El directivo autoritario es la clase de directivo que camina a paso firme cargando el aire con una electricidad estática particular que indica que es una persona que se lleva el mundo por delante. Es capaz de luchar e imponerse sobre docentes, estudiantes, familias. A veces usa sus poderes para el bien, pero también puede usarlos para beneficio propio. Es el verdadero “director aterrador”.
Propuestas: Si bien un equipo directivo está limitado por las leyes educativas, la intervención sindical y la beligerancia de las familias, se pueden abordar muchas ideas teniendo en cuenta los diferentes perfiles de directivo: un director demasiado asustado para intervenir cuando algo espeluznante sucede en la escuela, una directora que encubre a un profesor-monstruo por conveniencia o para no tener problemas, un director que trata de imponer con mano de hierro su propia visión de un proyecto institucional, una directora que utiliza su cargo para robar dinero de la cooperativa escolar o para chantajear a un estudiante o exestudiante con información comprometedora, etc.
El profesor monstruo:
Como el profesor lagarto del espacio exterior que daba clases de Biología en la escuela de Fantasville. Se trabaja la idea de un docente que tiene una identidad secreta, un pasado criminal o alguna condición sobrenatural que solo los protagonistas son capaces de descubrir.
¿Cómo se contrata a un docente? Los docentes, dentro del sistema, estamos dentro de una jerarquía constituida por listas y puntajes. Desde el listado oficial, donde se necesita tener la carrera docente terminada y el título ya expedido, hasta el listado de emergencia, donde personas sin título habilitante acceden presentando proyectos de idoneidad. Todas las materias vacantes son ofrecidas en una plataforma oficial y los docentes se postulan, teniendo prioridad quien esté en una lista de mayor jerarquía y tenga más puntaje. Es, actualmente, un trámite totalmente online donde, una vez asignada la materia, el docente se apersona en la escuela y firma unos documentos de toma de posesión en la secretaría.
Propuestas: ¿Podría un hombre lobo hacerse pasar por docente en una escuela? En rigor, sí.
Entro a la secretaría a firmar unos papeles y una de las secretarias, una señora mayor, se me queda viendo con los ojos entornados. “¿Es usted Fulano?”. “No, señora, soy el docente Mengano”. “Ahh, bueno, bueno, ahora cada vez que entra alguien que no le conozco la cara le pregunto quién es para que no vuelva a pasar eso que ya pasó…”, agrega en tono cómplice a la otra secretaria. “Pero… ¿qué pasó?”, exclamo intrigado. Iluminada con los últimos rayos moribundos del crepúsculo y entusiasmada por el chisme, la señora me cuenta esta historia aterradora… No mucho tiempo atrás, en esta misma escuela, se introducía por las tardes un hombre diciendo ser un profesor. Siempre en los mismos días y en el mismo horario. Recorría los pasillos y sacaba chicos de los salones con la excusa de un torneo provincial donde se habían notado y donde los chicos podían ganarse un viaje, etc. Incluso se llegaron a hacer reuniones de padres con ese hombre. “En una escuela tan grande como esta”, indica la señora, “cuando te cruzás con un tipo en un pasillo das por hecho que es un padre o que es un profesor”. Finalmente una docente a quien el hombre le interrumpió la clase no terminó de entender qué horarios estaba usando y, cuando fue a preguntar a la dirección, se descubrió que ese hombre no era docente. Era un loco que se metía de la calle y que había engañado a preceptoras y a secretarias. Para que no fuera un escándalo mediático, la directora de aquel entonces prefirió ocultar todo.
Esa historia, que todavía cuento con tono de leyenda urbana en algunas clases, es de hecho verídica y la cuento tal cual la recibí. En escuelas muy grandes es difícil tener un verdadero registro de quienes entran y salen. Además, continuamente hay docentes nuevos ingresando (por ejemplo para cubrir suplencias breves). Nuestro monstruo espacial podría usar la identidad de un docente a quien ha devorado para tomar cargos y luego dar clases en su nombre. También podría simplemente meterse en alguna escuela muy grande.
El fantasma escolar:
Está vinculado siempre con algún suceso escabroso del pasado, como el perro fantasma de la escuela al que los mellizos Golding siguen a unos recuerdos inquietantes de la Segunda Guerra Mundial donde el colegio había sido utilizado como búnker en un bombardeo. Puede o no ser algo conocido por la mayoría de los estudiantes o incluso de docentes.
Hay historias clásicas que los estudiantes mayores cuentan a los más pequeños para asustarlos: que la escuela haya sido construida sobre un cementerio, que haya un fantasma en un baño determinado, que un estudiante se haya suicidado dentro de la escuela y que su fantasma todavía ronde por los pasillos. También entre docentes se tejen historias parecidas. Unas amigas que trabajan en un jardín de infantes me contaban sobre el presunto fantasma de un niño pequeño que frecuenta el patio de juegos manifestándose a través de risas espontáneas o movimientos en las hamacas cuando no hay ningún estudiante en la escuela. Por obvias razones esas docentes no contaban esos eventos paranormales a sus alumnos.
Propuestas: Cualquier clase de leyenda sobrenatural puede tener múltiples puntos de apoyadura en los espacios comunes. Aunque algunas escuelas tengan el desagradable hábito de borrar los grafitis escritos en mesas de año a año, todavía pueden leerse escritos con décadas de antigüedad en alguna puerta de un baño o en algún rincón del patio. También podrían esconderse registros escritos a mano dentro de algún libro particularmente aburrido de la biblioteca. Un libro que nadie haya retirado en años y que nuestro protagonista saque de mala gana. Otra fuente de información fidedigna suelen ser los hermanos mayores de los estudiantes y los docentes aburridos que no quieran dar clases.
El estudiante que desaparece y nadie le da importancia & el estudiante que queda atrapado en la escuela por la noche:
En varias historias de R. L. Stine, la desaparición progresiva de estudiantes sin que esto llamara la atención a ningún docente servía como recurso para subrayar la indefensión de los personajes frente a un mundo adulto indiferente o cómplice y el avance cada vez mayor de los eventos sobrenaturales que los acechaban.
El ausentismo crónico en estudiantes es o debería ser, de hecho, una cuestión de preocupación para la escuela. En principio son los docentes quienes alertan sobre estos casos para activar una serie de mecanismos que implican la intervención del equipo directivo o del equipo de orientación escolar (de haberlo) para comunicarse con la familia del estudiante o derivar el caso a un asistente social del Estado. Por otro lado, el ausentismo es un fenómeno tristemente común en el secundario superior. Estudiantes que dejan la escuela para trabajar, que se mudan con sus parejas o se pelean con sus familias son historias frecuentes.
Una rápida búsqueda en Google sobre estudiantes que quedaron encerrados en escuelas arroja numerosos artículos de referencia. Esto dependerá mucho de la idiosincrasia de cada colegio. En algunas escuelas funciona en turno vespertino la secundaria para adultos, lo que haría difícil que un estudiante quedase encerrado por accidente. Aún más, muchas escuelas también cuentan con sistemas de alarmas que activan al cerrarse y que se dispararían de haber un estudiante caminando dentro.
Propuestas: Aunque difícil, no es imposible, incluso en escuelas grandes, que algunos estudiantes se metan por la madrugada. Un caso parecido recuerdo, hace no mucho, de un grupo que entró en un colegio para robarse canillas. Las alarmas podrían fallar, sabotearse, desconectarse o quizás la escuela todavía no cuenta con unas. En cuanto a los estudiantes que desaparecen, podría conectarse la preocupación de los docentes con una indefensión todavía peor: la de un sistema indiferente.
Mención especial a otras propuestas de clichés recibidas en Linkedin:
1- Rituales antiguos/sociedades secretas en donde se descubre algún misterio del pasado de esa escuela que acecha en el presente.
Idea que reconozco más en series que en libros; desde El club de la medianoche hasta la sociedad secreta de estudiante en la academia Nevermore de Merlina. Teniendo en cuenta que los estudiantes tendrían apenas un puñado de recreos para congregarse o que la mayoría de los docentes deben irse rápido para llegar a dar clases en otra escuela, el camino más verosímil sería el de una sociedad secreta satélite de la escuela. Un grupo, adulto o adolescente, que pudo o no conocerse en el espacio del colegio y que deciden permanecer en contacto fuera de este. ¿Para qué? Estudiantes y docentes pueden compartir muchas cosas en común: deportes, videojuegos, pasatiempos varios… ¿Pero por qué un grupo secreto? ¿Investigar sucesos sobrenaturales como pasatiempo sería algo “secreto” en una adolescencia marcada por pantallas e influencers?
Propuestas: Misterios del pasado de la escuela puede haber muchos. Algo ligado a la propia arquitectura de la escuela y su emplazamiento o fundación, el legado de algún antiguo director o grupo estudiantil, documentos de carácter peligroso, etc. Todas cosas, cada una en sí misma, que podrían desencadenar eventos sobrenaturales o inquietantes. Los directivos podrían abrir la escuela clandestinamente durante alguna noche en particular para celebrar las reuniones de esta misteriosa fraternidad de adultos. Los estudiantes podrían meterse por la noche a investigar. Claves de este pasado podrían estar cifradas en estatuas de próceres, en cuadros viejos o en archivos de la biblioteca.
2. Un personaje adulto medio enigmático (bibliotecario, jardinero, personal de limpieza o algún maestro un poco marginal) que sabe algún secreto de esa escuela que es clave para el desarrollo de la trama.
Mi cliché favorito desde Bart el del sótano, el amenazador e inquietante conserje de la escuela Ultratumba. “Cuando quieras saber cómo está una escuela, acercate a hablar con las porteras”, le escuché una vez a una inspectora. Testigos silenciosos de incidentes y conflictos, confidentes de chismes y observadoras de la dirigencia del equipo directivo, son por mucho quienes mejor conocen una escuela. Muchas, además, llevan largos años en la escuela y han visto el paso de varios equipos directivos. La bibliotecaria es otra buena opción.
3- Salones o recintos a los que no se puede acceder por algún motivo.
Las escuelas se transforman por la noche. Se convierten en lugares inquietantes donde la oscuridad y el silencio abrigan cualquier peligro que podamos imaginar. Lugares que no reconocemos como los espacios que caminos durante el día. Los colegios grandes suelen tener algunos salones que terminan convirtiéndose en pequeños depósitos donde se acumulan mesas rotas y sillas quebradas. Otras escuelas tienen pequeños recintos subterráneos ocupados por calderas y tuberías. Salones clausurados por algún techo medio derrumbado o por razones ambiguas o arbitrarias. Espacios que podemos ignorar durante el día, pero que por las noches invitan a la reflexión.
Propuestas: El salón clausurado es una opción actual al tiempo de la narración y apela a una política del equipo directivo contemporáneo. Por otro lado, descubrir que en el subsuelo hay una puerta cerrada con ladrillos que lleva décadas sin abrir introduce un misterio todavía mayor y que precede, quizás, a la actual generación de adultos de la escuela. Un misterio que puede remontarse a una época anterior a la propia fundación de la escuela y que quizás ya nadie pueda responder.
Sin otro particular,
Nemo
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