martes, 25 de febrero de 2020

Cuentos al contemporáneo: una historia en tres portadas


Esa fue la primera portada que tuvo la página (hecha en Power Point). Revisé los distintos sedimentos de varios backups anidados uno dentro de otro (los datos más antiguos se remontan al 2008, época del nacimiento de la página), pero no encontré rastros de la imagen: sospecho que no tuve ningún interés en preservar esa vieja portada que, evidentemente, no envejeció muy bien. Afortunadamente la localicé en una vieja fanpage de Facebook que nunca recuerdo muy bien para qué abrí. Mis viejos intentos de perder la imagen ilustran un poco la actitud que tuve durante muchos años por la sección más antigua de mi blog: vergüenza.

 

Cuentos al contemporáneo tuvo un nacimiento pintoresco: una conversación en MSN sobre Peter Pan con un colombiano borracho durante una madrugada de diciembre. Vagamente recuerdo que habíamos hecho una analogía entre el polvo de hadas del cuento con la cocaína y eso nos había parecido muy ingenioso. Creo que fue él quien me sugirió hacer un blog para poner eso por escrito. Si fue así, te lo agradezco mucho, John. Así publiqué a los 15 años, con mucha pretención, la primera entrada, llamada Peter Pan y sus doctrinas secretas. El nombre del blog es una referencia a Cuentos infantiles políticamente correctos, un libro de James Finn Garner. El tono del libro era tan pretencioso como las cosas que empecé a escribir y —ya que no conservé recuerdos de ningún cuento— seguramente el gato anaranjado de la portada fue lo que más me gustó. Me gustó tanto que lo usé para la primera portada (junto con una imagen de V, que fue mi avatar en diversos foros).

Con mucho entusiasmo escribí varias críticas (así las llamaba yo) de cuentos infantiles clásicos. A Peter Pan le siguió el Gato con botas, El traje nuevo del emperador, Blancanieves, Las siete cabritas y el lobo y muchos otros. El blog no tenía un objetivo muy definido, más allá de ser una plataforma para "alertar a la humanidad sobre la corrupción escondida en los cuentos para chicos" y de ser un vehículo para mi propio pseudointelectualismo. Una pausa de seis meses en las publicaciones indica mi primera gran frustración. De hecho, cuando reaparecí me sentí en la necesidad de explicar esto ante mi muda audiencia:
 
"Ciertamente, si me fui lamentablemente no fue por razones externas a mí, sino por el profundo desinterés que, creía yo, la sociedad culta en general tenía por mi blog, pero no por nada ahora he vuelto con mayores paranoias, sospechas y deseos de escarbar en la verdad. Sinceramente inflamado por la cantidad de visitas del cuentavisitas y por los atentos comentarios de Varda, a la que saludo formalmente desde mi puesto administrativo-editorial".
 
No recuerdo quién fue esa usuaria, pero también le estoy agradecido por sus "atentos comentarios". Dos años después volví a dejar de escribir, según un nuevo bache de seis meses en mis publicaciones. Cuando volví ya era estudiante de periodismo y eso me había hecho revalorizar el viejo blog de mi adolescencia.
 
"Por supuesto que el fin segundo e inmediato de escribir es que a alguien, aunque sea a una persona, le agrade o sirva lo que uno escribe. En un sentido más amplio y, sobre todo, cuando hablamos de Internet, donde cualquiera puede estar leyendo esto en una noche de insomnio y luego no encontrar nunca jamás el camino de regreso a mi blog, hablaremos tal vez de un lector fantasma, más equivalente al de los libros. (...) La pucha (argentinismo que denota desazón) digo yo… recordando los orígenes netamente cómicos y satíricos del blog, pasando por su evolución a un nivel más académico y su posterior involución a un punto original (je je). En este blog hacen falta cambios… no de estilo. Sino de visión, de meta, un avivamiento de su primer objetivo formal".
 
Aunque me seguía preocupando que la gente me leyera y traté de coquetear también con una mejor argumentación, insistí en el estilo de redacción que me caracterizaba. Sin embargo me tomé la molestia de actualizar la portada.
 

La gata anaranja de mi mejor amiga y hermana Rocket se convirtió en el nuevo estandarte de la página. Entre las críticas de cuentos  —como Riquete el del copete o El flautista de Hamelin— comencé a publicar cosas que originalmente había sido trabajos de la facultad: un dosier sobre publicidad subliminal, un ensayo sobre la construcción mediática de Justin Bieber, una reflexión sobre la industria cultura y Tinelli e incluso abrí, como taller experimental, una nueva sección literaria llamada Romina. Fue una época muy marcada por la exploración de ambientes underground, investigación de leyendas urbanas, asistencia asidua a ferias medievales y aventuras variopintas a lo largo de Buenos Aires. Todo eso impactó, en mayor o menor medidas, en mi redacción.

La siguiente y última publicación editorial tuvo lugar en 2014, cuando cursaba la licenciatura en Comunicación Audiovisual. "Me gusta jugar a creer que alguien leerá estas explicaciones y justificaciones, mera vanidad", dije para romper el hielo en el principio de la entrada. En ese momento mi crisis era ética, estaba descubriendo que el trabajo del periodista es, la mayoría de las veces, muy mercenario y ya ni siquiera estaba seguro de querer seguir jugando un juego con reglas que no me gustaban. La llegada de la primera factura de vencimiento del dominio hizo que tuviera que tomar decisiones.
"El punto cúlmine de esta crisis ontológico-motivacional fue cuando me llegó la factura de vencimiento del dominio. ¿Qué hago? Hace mucho que no escribo... ¿Tanto? Sí, mucho. ¿Lo pago? ¿Pagar algo que no uso? ¿Entonces lo sigo usando? ¿Lo dejo morir? Siempre me gustó jugar a soñar que en estas páginas blancas era libre de ser, hacer, deshacer y escribir. Mis proyectos, hojas al viento, chispas en el aire, condenados a marchitarse por mi falta de constancia... Qué triste".
Con base en el dato de la factura, deduzco que hacía un año que la página se llamaba, finalmente, Detonador de cuentos. Nombre que le puse para tentar a una amiga  cuyo avatar es Detonadora de sueños— para que se uniera a un, de antemano fallidísimo, proyecto de un multimedio que nunca se concretó y que se convirtió en un elemento más de una cada vez más larga lista de emprendimientos fracasados. Había recordado que esta página era algo muy mío, la base de operaciones de mis textos, y confronté por primera vez la idea de cerrarla. Afortunadamente un delirio místico que tuve en el piso 19 del hotel Bauen (donde funcionaba la sede de la universidad) me confrontó también con mi propia identidad como escritor y con la idea de la escritura como forma de aprendizaje. 


Redacté un tiempo para una revista digital y una nueva portada hecha por Wally, un amigo diseñador que necesitaba sumar a su portfolio— apareció. Recuerdo que me había parecido muy importante que el gato anaranjado apareciera en algún lugar. Época de entrevistas a artistas, de críticas teatrales y de cine. Nuevos proyectos nacieron y murieron, pero el blog nunca dejó de existir.
 
Escribí para jugar, escribí para divertir, escribí para reflexionar, escribí para impresionar, escribí porque me gustaba escribir. Vendrán nuevos sueños, nuevas frustraciones, nuevas portadas y nuevos emprendimientos fallidos, pero no dejaré de escribir.
 
Sin otro particular,

Nemo


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