Raras veces las personas comunes (excepción exenta de este generalismo: los lectores de Cuentos al Contemporáneo) se plantean una realidad como George Orwell la pinta en 1984 (novela que inspiraría la serie televisiva Gran Hermano), una realidad donde la tecnología se encarga de encerrar a las personas en una red de vigilancia. La llamada “sociedad orwelliana” no es tan ajena a nuestro mundo, desde redes sociales que venden información de sus usuarios a multinacionales al reciente caso, en la Republica Argentina, donde el gobierno promueve el uso de la tarjeta electrónica SUBE a nivel nacional para el uso en servicios de transporte. Tarjeta asociada por DNI al usuario y usada con alevosía para guardar información de los usuarios, según revelara Annonymus al interceptar y desviar paquetes de datos de servidores del gobierno. Ellos saben a qué hora viajas, adónde viajas y quién eres. Luego de este desahogo y suspiro editorial ante la confirmación de un temor siempre presente, pasaremos al abordaje de otra realidad oscura, que parece oculta en los tortuosos pensamientos del hombre, pero que está presente como una sombra tangible en nuestro mundo.
En esta madrugada disertaremos sobre la otra Cenicienta. Porque ahora Ud., querido lector, está al tanto de que hay otra cenicienta además de la que Disney le ha inculcado. Es un cuento de la tradición oral de los pueblos europeos, así que no debe extrañarnos que haya muchas versiones: en Alemania es conocida como Aschenputtel, Cendrillon en Francia, Assepoester en holandés, Cinderella en inglés, Cenerentola en italiano y Ventafocs en catalán. En Grecia es conocida como η σταχτοπούτα (i stachtopouta); en Hungría, como Hamupipőke; en Suecia, como Askungen; en Rusia es llamada Soluschka; en Polonia, Kopciuszek y en República Checa, Popelka. Siendo las dos versiones más conocidas y difundidas la francesa de Perrault y la alemana de los hermanos Grimm. Disney realizó en 1950 la versión de la Cenicienta de Perrault, la cual difiere argumentalmente de la de los hermanos Grimm y es, a grandes rasgos, la versión más conocida en América por mano de Disney. A continuación resumiré una traducción directa del cuento en alemán, escrito en 1857 por los hermanos Grimm, hecha por Juan Luis Dammert, al que otorgo los créditos de difundir la versión original.
La historia comienza con una muerte. La muerte de una mujer de buen corazón, madre de una doncella de igualmente buen corazón. Tal parece que, antes de que hubiera pasado un año, el hombre decidió cortar con su soledad volviéndose a casar. La nueva mujer trajo a sus dos hijas con ella y se instalaron en la nueva casa. Aunque de buen aspecto, no eran personas de buen corazón. Y muy pronto comenzaron a hostigar a la joven protagonista. La hicieron vivir como una sirvienta en la cocina, mal vestida y sucia, la joven se levantaba antes que el sol para comenzar sus faenas.
Para complicarle un poco más la existencia, sus hermanastras mezclaban arverjas y lentejas en las cenizas de la chimenea, por lo que ella debía pasarse todo el día separándolas.
Hasta aquí, hagamos una pausa, una pregunta interesante y sugestiva es dónde diablos estaba el padre de Cenicienta, y por qué permitía semejante flagelo a su hija (hija de su amor muerto). Más allá de que podamos deducir superficialidad al casarse con una mujer linda, aunque malvada, y negligencia por no importarle la posición familiar de su primogénita, Disney solucionaba este problema haciendo morir también al padre de Cenicienta, creo recordar. No obstante, en nuestro relato primigenio el padre hace una aparición fugaz, en la que pregunta a sus hijas que le gustaría que les trajera del pueblo. Una hermanastra quiere vestidos y la otra pide joyas, pero curiosamente Cenicienta le pide únicamente “la primera ramita que roce su sombrero a la hora del regreso”. El padre cumple los regalos y Cenicienta clava la ramita en la tumba de su madre (psicólogos, atentos a ese detalle). A fuerza de lágrimas la ramita retoña y crece un árbol de avellano. A fuerza de ir a llorar y rezar al árbol de avellano, Cenicienta se hace amiga de las palomas que se posaban en sus ramas. Las cuales actuaran en esta historia reemplazando la providencia mágica del hada madrina en las otras versiones.
Llegamos entonces al bien recordado momento en el que el príncipe del reino celebra la suntuosa fiesta y a la primera negativa de la madrasta ante el pedido de Cenicienta. La mujer le impuso gravosas condiciones a su hijastra para permitirle ir (siendo al fin y al cabo una burla, ya que no pensaba dejarla ir de cualquier modo). Finalmente Cenicienta clama a las aves del cielo, que acuden, la ayudan a completar sus tareas y también le otorgan un lujoso vestido. Ya en el baile, la gracia de la joven hace que se convierta en la pareja de baile del príncipe. Cuando se hace tarde, ella se escabulle hasta su casa (a pesar del intento del príncipe de seguirla, cosa que hizo hasta la puerta) y ocupa nuevamente su ceniciento rol. Al día siguiente se repite la escena del realismo mágico, solo que esta vez las aves del cielo le dan un vestido aun más lujoso y zapatitos de oro. El flirteo del príncipe se repite, salvo que esta vez el príncipe, para tenderle una celada, había untado con resina los escalones, de modo que Cenicienta se dejó pegado el zapatito izquierdo en ellos. Al otro día comenzaron las pesquisas del príncipe en casa de Cenicienta (igual que el momento gore del relato). Le pide al padre que llame a sus hijas y las hermanastras se alegraron, porque tenían bonitos pies. No obstante la hermana mayor no pudo meter su gran dedo gordo en él, por lo que su madre le tendió un cuchillo diciéndole: "Córtate el dedo gordo. Cuando seas reina no tendrás que caminar más" (vale recordar que la madrasta era tan negligente con sus hijos como el padre de Cenicienta). La chica se amputó el dedo en una maniobra quirúrgica tan improvisada como inapropiada y carente de elementos antisépticos, solamente por su codicia se aguantó su dolor y se fue con el príncipe. Al pasar frente al avellano, unas palomas cantaron los siguientes versos:
Óyelo, óyelo bien,
hay sangre en su pie.
El zapato le aprieta,
la novia está chueca.
El príncipe se apresuró a regresar a la falsa novia, y la segunda hermana intento ponerse el zapato. Aunque sus dedos entraban, le sobraba un buen pedazo del talón. “Corta un poco de tu talón, cuando seas reina ya no tendrás que caminar". Mutilación y más mutilación en un frenesí de amputaciones inapropiadas. La chica se aguantó el dolor y se fue con el príncipe, solo para que se repitiera el canto de las palomas:
Óyelo, óyelo bien,
hay sangre en su pie.
El zapato le aprieta,
la novia está chueca.
El príncipe volvió (al parecer sin escandalizarse nunca por tanta sangre y amputaciones) para ver si quedaba alguna chica, Cenicienta es presentada y el desenlace es aquí conocido: el zapatito calzaba perfectamente sin necesidad de maniobras quirúrgicas inapropiadas. El horror mezclado con ira mezclado con hemorragia de sus hermanas y madre fue magistral. Esta vez las palomas corearon, desde el avellano:
Óyelo óyelo bien,
no hay sangre en su pie.
El zapato no aprieta,
la novia es perfecta.
La narración concluye cuando las hermanastras asisten a la boda para tratar de congraciarse con Cenicienta. Las palomas acuden y les devoran los ojos, uno al entrar y otro al salir… Animales intelectualmente antropomórficos fueron poseídos por el espíritu de némesis y, arbitrariamente, castigaron la maldad con más maldad y, sobre todo, con sangre. A continuación, y para finalizar, citare uno de los comentarios de la entrada con la traducción de Juan Luis Dammert:
Me gusta mucho más que lo que plantea Disney, la verdad es que ambos tienen esa idea de que los sueños se hacen realidad y que el que sufre será recompensado. Para ser sincera no me agradan mucho este tipo de cuentos, pero al menos este tiene algo oscuro en la forma de castigar que me parece interesante.
Gracias por la traducción!
Algo oscuro…
Esta vez no habrá conclusiones editoriales, sencillamente se buscaba la difusión de la versión gore de Cenicienta entre los amables lectores, cada uno deberá apelar a su consciencia para determinar si las amputaciones innecesarias son elementos imprescindibles en la literatura infantil contemporánea y si es o no un cuento apropiado para los infantes, franceses o no.
Sin otro particular,
Atte.
Mr. Nemo
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