lunes, 14 de mayo de 2012

¿Quo Vadis, Pinocchio?

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¿Qué es lo que sucede cuando un hombre que forma parte de una de las sectas mistéricas más controvertidas de la modernidad humana escribe un cuento sobre un anciano senil que le da vida a la materia muerta para crear un grotesco títere, discípulo del moderno Prometeo e hijo del Dr. Frankenstein, para obligarlo a amarlo? ¿Y si le agregamos las espeluznantes deformaciones físicas post hoc de acciones deshonestas inflamadas por su confusa moral? Violencia, muerte, falta de respeto por la autoridad y un desiderátum final ahorcado en un enorme roble. La consecuencia ante tal conjunción de demenciales factores es, por supuesto, una serie de 6 películas desde 1940 hasta la actualidad, una infinidad de historietas, merchandising, obras de teatro y libros.

Carlo Lorenzo Fillipo Giovanni Lorenzini, más conocido por su alias Carlo Collodi, fue un escritor y periodista florentino del siglo XIX, militante de la masonería italiana, versado en libros ocultos y prohibidos gracias a sus estudios en retórica y filosofía. Fascinado por la idea de transmitir ideologías subterráneas bajo una fachada alegórica, forjó el pesadillezco cuento Storia di un burattino o Le avventure di Pinocchio (Historia de un títere o Las aventuras de Pinocho), historia plagada de emociones angustiantes, alusiones a la muerte y al iluminismo moderno, ni siquiera pensada originalmente para infantes. La historia de Pinocho ha ido sufriendo una serie de transformaciones líricas o metaestructurales a lo largo del tiempo para atenuar su oscuro trasfondo hasta llegar a la versión que todos los niños conocen y aman hoy en día. No obstante, en su estructura formal la obra mantiene la gran mayoría de los detalles intactos.

Actualmente son la angustia, soledad y senilidad de Geppetto lo que lo llevaron a construir un tosco muñeco de madera para amarlo como a una ilusión fantasmagórica de hijo. Su pasión, su demencia u oscuros sortilegios infraterrenales lo hicieron cobrar vida. Originalmente un maestro carpintero llamado Cereza encuentra en el bosque un trozo de madera perturbadoramente antinatural que sollozaba como un humano y le rogaba que no lo desmenuzara para crear muebles que luego serían vendidos a los pequeños burgueses de la cuadra. El amable lector juzgue si el partir desde materia muerta que realiza una suerte de autogeneración autopoyética espontanea es más cálido que partir de materia muerta que berrea y solloza como un objeto poseído que anhela secretamente cobrar vida como un ser sensible. Tal divagación cobrará mayor importancia cuando se analice la alegoría iluminista del cuento. Aunque usualmente en las obras modernas no hay una transición muy larga entre la génesis del muñeco hasta el momento en que es enviado a la escuela, originalmente (desde el capitulo II al VIII) Pinocho hace una serie de “travesuras” como huir de su casa, matar a martillazos el grillo parlante de su conciencia, provocar que metan preso a Geppetto y quemarse sus extremidades hasta el grado de no poder caminar sobre sus perturbadores muñones de madera.

Dos escenas muy conocidas y análogas en las distintas versiones, son aquella en la que Pinocho vende sus libros de texto (Geppetto había vendido su único abrigo para comprarlos) para asistir a un teatro de marionetas donde conoce al melancólico Pierrot y al diabólicamente astuto Polichinela, y la posterior escena en la que es engañado por un zorro y un gato, que van a emborracharse a una cantina y dejan que el pobre muñeco pague la cuenta. Aquí hay una escena omitida o desfigurada de la obra original (capítulos XIV y XV): por reiterar en su necedad, en este punto del relato hacen aparición unos oscuros asesinos que tratan de robarle a Pinocho y, en la cúspide de su corrupta perversidad, lo ahorcan solitariamente de la rama de un enorme roble. Quizás en la versión más reprobada y antihumanística de las peores épocas de alguna dictadura represiva hoy en día se pueda leer cómo el zorro y el gato “ataron” a Pinocho a un árbol para abandonarlo, fusionando escenas, omitiendo a los criminales y “suavizando”, “matizando” o “maquillando” escenas de terrible perversión para poder vender el material a un infante. Sucesiones de terribles eventos: desfiguraciones faciales, estadías en la cárcel, engaños, mentiras, más desfiguraciones físicas (esta vez como orejas de asno, en burda parodia a Midas), nuevas peleas y arrestos de los carabineros, metamorfosis en asno y un engullimiento por un pez (sea tiburón o ballena).

Es interesante detenernos en este detalle, omnipresente en cualquiera de las versiones.

“Y el gran Pinocho, valiente y seguro de sí mismo, se arrojó al agua (con Geppetto a cuestas) y empezó a nadar vigorosamente. El mar estaba tranquilo como un lago; la luna llena esparcía su pálida luz de plata, y el dragón seguía durmiendo con un sueño tan profundo que no le hubieran despertado cincuenta cañonazos”.
Le avventure di Pinocchio.
Cap. XXXV   

Estableciendo una comparación pragma-dialéctica entre este suceso y el evento bíblico de Jonás con un enorme pez que lo devora en su travesía hacia Tarsis.

“Entonces oró Jonás al Señor su Dios desde el vientre del pez, y dijo: En mi angustia clamé al Señor, y Él me respondió. Desde el seno del Seol pedí auxilio, y tú escuchaste mi voz. Entonces el SEÑOR dio orden al pez, y éste vomitó a Jonás en tierra firme.”
Libro de Jonás, Cap. 2:1-2,10. NVI

José Miguel Delgado Idarreta, el presidente del Centro de Estudios Históricos de la Masonería Española, explica cómo el protagonista Pinocho descubrió que "el camino correcto se alcanzaba a través del conocimiento y la sabiduría". "Lo que había sido un tronco de madera y luego una marioneta, se convirtió finalmente en una persona real, tras superar las adversidades que se le presentaron", indica Delgado. Por un lado, tenemos una resolución del conflicto ballena gracias a la misericordia divina y al clamor piadoso de Jonás. Por el otro, una respuesta pragmática de Pinocho centralizada en su valor y arrojo al tirarse por la boca del dragón-pez-ballena. La masonería, sociedad secreta tildada de mistérica a lo largo de los siglos, nucleada alrededor del iluminismo positivista y del ensalzamiento del razonamiento laico. La fascinación de Collodi por la posibilidad de transmitir una ideología subterránea con una fachada analógica. El trozo de madera, sea que haya sido una abominación parlante de la naturaleza o un ser engendrado en la demencia de Geppetto, corrupto y confundido con la compleja red de moral y de ética humanas es entregado a un refinamiento purificador y violento del que emerge como un ser racional superior: se transforma en un niño de carne y hueso. Podríamos entender el escape del dragón acuático como un desafío irónico al desarrollo bíblico del mismo problema, un desafío a la fe, un desafío a Dios, un problema que se soluciona, a expensas de cualquier dios, apelando a la pragmática… Desde este punto de análisis, para nada osado ni demagógico si recordamos análisis anteriores de cuentos con mensajes el doble de inapropiados y adoctrinadores, es interesante el detalle del punto de partida.

Las derivaciones en las versiones posmodernas parten de materia muerta que cobra vida. El original parte de materia muerta-viva, apenas capaz de lagrimear y desear en el fondo de su corazón de aserrín tener la conciencia de la razón. El original se adecua perfectamente a un mensaje de una búsqueda, un mensaje donde “ el camino correcto se alcanzaba a través del conocimiento y la sabiduría". Citaré en este caso la pequeña reflexión de una página para incitar a los padres a leerles cuentos a sus hijos:
"Recuerda además que los cuentos infantiles hablan de aspectos reales de la vida y de luchas interiores dándoles una forma que las hacen menos aterradoras. Además, le ayudan al niño a situar lo que ellos sienten. Les ofrecen ayuda e ideas para resolver sus problemas. ¿Qué está bien o mal? ¿Es más ventajoso ser bueno o malo? ¿Cómo encontrar el amor al ser adulto? ¿Cómo crecer y ser más independiente? Los cuentos les proporcionan puntos de referencia sobre la conducta que hay que tener en la vida. Aquellos que militen el neomasonismo o sean seguidores del humanismo posmodernista ya saben qué cuento pueden leerle a sus hijos. Gracias Carlo Collodi por habernos contado el mensaje de adoctrinamiento en lugar de decorarlo con una fachada lírica. Me transmiten mucha confianza tus idílicas intenciónes (marcado sarcasmo editorial). Ojalá nuestros puntos de vista sobre los caminos correctos se correspondan con los de esta logia, en caso contrario podríamos llegar a tener un somero disgusto.
Sin otro particular,
Atte.
Mr. Nemo

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