Entre retazos de palabras que luchan agónicas en una
vorágine por unirse en proposiciones armónicas y expresivas, surgen despacio,
reptando, los recuerdos. Aquella noche rehíce mis pasos de nuevo al viejo
lugar. El hambre me guiaba. Con pasos silenciosos me abrí camino entre el frío
invernal que caía como una cortina sobre la calle desierta cruzada de
diagonales y de las fantasmales luces de los autos.
Una ligera y gris llovizna caía sobre mi corazón, mientras
dejaba atrás la casa, los amarillentos y sucios focos y las paredes pintadas
con graffitis y caminaba para sentirme vivo en ese momento de la noche cuando
nuestros pasos hacen eco en nuestra cabeza.
Tu sonrisa flotó luminosa entre medio de empanadas y de risas
de niños. Tu sonrisa flotó humana entre medio de precios y de dibujos. Tu sonrisa
flotó con calor entre medio de tu corazón y el mío.
Esa sonrisa cómplice fue lo mejor de toda esa noche. Fue una
sonrisa tan fugaz y espontánea que invitaba a entregarse sin motivos a la
felicidad del encuentro humano.
Hacía algunos meses habías aparecido, misteriosa, como
sueles hacerlo. Tu cabello recogido, tus ojos tímidos. Eras apenas la sombra
silenciosa del fantasma susurrante de Romina.
Ni siquiera conocí tu nombre, para poder murmurarlo en la
oscuridad de la madrugada. Para poder acariciarlo en la penumbra de un sueño.
Para poder escribirlo hasta el hartazgo en una red social. Solo tenía tus
miradas furtivas y sigilosas para pensarte.
Tan incorpórea y transparente como un suspiro de la noche,
fuiste para mí lo más real, más trascendente que cualquier empanada de carne o
que los mismos pasos inciertos de Romina. Llegaste incluso a reemplazarla, con
un solo movimiento de tus labios.
Nunca sabré si realmente me mirabas o si era mi deseo de
que lo hicieras tomando forma.
Tus ojos almendrados, guardados en el secreto de ese lugar perdido en un océano oscuro de cemento y suciedad, me invitaban a guardar la esperanza. A tener fe. A pelear la buena batalla.
Tus ojos almendrados, guardados en el secreto de ese lugar perdido en un océano oscuro de cemento y suciedad, me invitaban a guardar la esperanza. A tener fe. A pelear la buena batalla.
Te doy las gracias, te llames como te llames, por el
instante de descanso que le diste a mi alma fatigada.
Mathematicus
English Version
English Version
Romina’s
Girlfriend
Between
remnants of agonizing words that fight, in a vortex, to become melodic and
expressive propositions, emerging slowly, creeping, the memories. That night I
remade my steps again to the old place. The hunger was guiding me. With silent
steps I pushed my way through the wintry cold that fell like a curtain over the
empty street crossed by diagonals, and the ghostly lights of the cars.
A soft and
gray drizzle was falling over my heart, while I was leaving behind the house,
the yellowish and dirty bulbs and the walls painted with graffti and I was
walking to feel that I was living again, in that moment of the night, when our
steps make echo in our head.
Your smile
hovered, radiant, amid patties and laughter of children. Your smile hovered,
human, amid prices and drawings. Your smile hovered with heat amid your heart
and mine.
That
accomplice smile was the best of the night. Was so fugacious and improvised
that was inviting me to give in, without any motives, to the happiness of the
human meeting.
A few
months ago you had showed up, mysterious, as you used to do it. Your hair tied
up, your eyes... shy. You were, barely, the silent shadow of the whispering
ghost of Romina.
I didn’t
know your name to mutter it in the darkness of the morning, to touch it softly
in the gloom of a dream, to write it until satiety in a social network. I only
had your sneaky and stealthy gazes to think about you.
So ethereal
and transparent like a whisper in the night, you were to me, the most real
woman, more important than any patty or the very own uncertain steps of Romina.
You even came here to replace her, with the single movement of your lips.
You even came here to replace her, with the single movement of your lips.
I will
never know if you were really looking at me, or if it was my wish, of you doing
it, becoming true.
Your almond eyes, kept in secret in that lost place in a dark ocean of concrete and filthiness, were inviting me to keep hope, to have Faith, to fight the good fight.
Your almond eyes, kept in secret in that lost place in a dark ocean of concrete and filthiness, were inviting me to keep hope, to have Faith, to fight the good fight.
I thank
you; whatever your name is, for that moment of rest that you gave to my weary
soul.
Mathematicus.
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