sĂĄbado, 28 de febrero de 2009

Descorriendo velos y desmitificando


La rosa y el sapo
Hay ciertamente, en este mundo tan cambiante, personas que, aunque se lo propongan, NO pueden bajo ningĂșn concepto escribir cuentos que se hagan llamar “infantiles”. ¿Existen cuentos limpios de corrupciĂłn? SĂ­, son mĂĄs escasos que un polĂ­tico honesto pero, al igual que las brujas, que los hay, los hay…
DemostrarĂ© en este artĂ­culo que aun en los cuentos mĂĄs inocentes de apariencia se puede ocultar el mismo diablo. ¿Todo por quĂ©? Porque las palabras no han perdido su poder, todavĂ­a tienen significado y, para los que las escuchen, evocan ideas. Arquetipos de valores.
En el siguiente cuento, para el que quiera ver, les mostrarĂ© valores ocultos que nadie ha visto. Han ensalzado ese cuento y le han endilgado una supuesta virtuosidad que NO tiene. Y, por si fuera poco, ¿a quien podemos culpar? A un autor desconocido.

La rosa y el sapo
HabĂ­a una vez una rosa muy bella, que se sentĂ­a una maravilla al saber que era la rosa mĂĄs bella del jardĂ­n. Sin embargo un dĂ­a se dio cuenta de que la gente la miraba de lejos y observĂł que al lado de ella habĂ­a un sapo negro, grande y gordo. Al percatarse de que por eso nadie se acercaba a ella, le dijo muy molesta: 
—Sapo, ¿por quĂ© no te alejas de mĂ­, no ves que por tu culpa nadie se acerca a mi?, ¡¡es que eres muy feo!!
EstĂĄ bien… si eso es lo que quieres, me irĂ© —le contestĂł el sapo.
Muy obediente, el sapo se alejĂł brincando de la rosa.
Poco tiempo después el sapo se paseaba por el jardín cuando se dio cuenta de que la rosa estaba toda marchita y con muy pocos pétalos en ella.

—¿QuĂ© te pasĂł que te encuentras tan marchita? —le dijo.
—Es que, desde que te fuiste, las hormigas me han comido dĂ­a y noche, no volverĂ© a ser la mĂĄs bella del jardĂ­n —le contestĂł la rosa.

Pues claro, cuando yo estaba aquĂ­ me comĂ­a a esas hormigas y por eso siempre eras la mĂĄs bella del jardĂ­n —le dijo respondiĂł el sapo.
Muchas veces despreciamos a los demås por creer que somos mås que ellos o que simplemente no nos sirven para nada. En este mundo nadie sobra, todos tenemos algo que aprender de los demås o algo que enseñar. a veces hay personas que nos hacen un bien del cual ni siquiera estamos conscientes.

Una rosa muy bella era, indudablemente, omitiendo que tenia trastorno narcisista de la personalidad, en el que el paciente sobreestima sus habilidades y tiene una necesidad excesiva de admiraciĂłn y afirmaciĂłn. En este caso, en un grado tal que se ve severamente comprometida la habilidad de la rosa para vivir una vida feliz o productiva al manifestarse dichos rasgos en una forma de egoĂ­smo agudo y en desconsideraciĂłn hacia las necesidades y sentimientos ajenos. DiscriminaciĂłn, valores estĂ©ticos absurdos, clara diferencia marcada entre lo que se establece como “bello y feo”. Valores totalmente subjetivos.

El sapo, no tan bello, pero con una mentalidad endiabladamente oscura, es el personaje opuesto de la rosa. RENCOR, sí. El corazón del sapo estaba marcado por el rencor. Esa peligrosa variante del odio que ensombrece el transcurso de los días y nos obliga a percibir la vida desde una perspectiva amarga y descolorida. Era excluido socialmente, discriminado por ser feo, vivía sin mås compañía que la retorcida voz de su enfermiza mente. Pero el sapo trataba de ser un alma buena.
“A veces hay personas que nos hacen un bien del cual ni siquiera estamos conscientes”, cita el cuento. Ciertamente, uno era por dentro lo que el otro era por fuera. La rosa corrupta y el feo y bondadoso sapo. Solo que sucediĂł algo… El sapo menguĂł, menguĂł demasiado, y no pudo seguir abarcando la situaciĂłn, en lugar de tratar de seguir firme en su puesto. Pues ambos tenĂ­an puestos que mantenĂ­an. Él se mostro dĂ©bil, la raĂ­z de la amargura crecĂ­a profundamente en su corazĂłn.

Un dĂ­a la rosa filosofaba sobre la poca gente que contemplaba su esplendor. Porque no solo no se contentaba con ser hermosa: QUERÍA atenciĂłn que ni merecĂ­a ni necesitaba. Con palabras hirientes le dijo al sapo que, por su horroroso y grotesco cuerpo, nadie se le acercaba a ella. Y le ordeno que se fuera. El sapo sabĂ­a que ella vivĂ­a gracias a Ă©l, gracias a que Ă©l se comĂ­a a las hormigas. ¿Acaso tratĂł de ser comprensivo? NO, el sapo accediĂł a su tonta peticiĂłn y la dejĂł morir. Y no cualquier muerte, sino una muy lenta y endiabladamente dolorosa. Cientos de hormigas la devoraban de a poco cada dĂ­a mientras ella seguĂ­a viva.

Ni en el infierno de Dante habĂ­a castigos semejantes. ¿CuĂĄl es la enseñanza? ¿Que los narcisistas deben pagar? ¿Que el sapo se vengĂł y se regodeo en el dolor de la rosa?
Ah, Vendetta… TambiĂ©n estĂĄs en los cuentos infantiles. E incluso en este, en el que descorriendo los velos vemos seres corruptos y enfermizos. Una narcisista provalores estĂ©ticos corruptos que profesaba discriminaciĂłn a los seres que consideraba “feos” y un solitario con mente retorcida y ansias de vendetta, socialmente discriminado y con complejos por su aspecto.

¿Y en que acaba el cuento? En que el sapo vuelve a visitar a la carcomida rosa para confesar que Ă©l habĂ­a sido el que mantenĂ­a a raya a las hormigas. ¡Mente perversa y psicĂłpata! Careciendo de toda culpa regresa ver los restos de su venganza. El orgullo de la rosa estaba tan carcomido como su autoestima y su cuerpo. ¿Acaso el sapo querĂ­a verla humillada? Ciertamente, suponiendo que la rosa no muriera, es de suponer que no volviĂł a discriminar. ¿Pero es esa forma de darle una lecciĂłn? ¿Con violencia y torturas fĂ­sicas y mentales?
A veces hay personas que nos hacen un mal del cual ni siquiera estamos conscientes. Cada personaje sirviĂł para degradar mĂĄs al otro. Personas libres del mundo, yo les advierto contra este sutil engranaje del sistema. ¡No subestimen los cuentos infantiles!
Busquemos al culpable. Ah ,cierto, es anĂłnimo...
Sin otro particular,
Nemo

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