sábado, 19 de diciembre de 2009

Crestita, el gallito valiente



Crestita era un gallito que, todas las mañanas, subido a lo más alto del gallinero, cantaba: “¡Quicoricó!”, y despertaba a las gallinas y a los pollitos. Y todos empezaban a lavarse y a peinarse y a desayunarse con maíz. Cuando los pollitos tenían la pancita bien llena, Crestita les daba la lección de canto. “¡Quicoricó!”, cantaba Crestita, pero como los pollitos eran chiquititos, apenas si hacían “¡Pio-pio!”. Claro que Crestita no se enojaba. Después, Crestita salía a pasear con las gallinas: todas iban muy paquetas, con sus sombreros, y sus carteras, y sus pañuelos de colores en el cuello.
Sí, Crestita era un gallo que vivía lo más contento. Hasta que un día, cuando Crestita estaba durmiendo la siesta, vino Zorroberto, el zorro pícaro, y metió a todas las gallinitas en una bolsa y salió corriendo y no paró hasta llegar a su cueva con la bolsa repleta de gallinitas.
“Yo te voy a arreglar, Zorroberto, robagallinas”, dijo Crestita, enojadísimo. Y poniéndose un sombrero, un pañuelo y una cartera de gallinita, se puso a pasear por el bosque.
Cuando Zorroberto lo vio, pensó en seguida: “Esta gallinita se me ha escapado. Ahora mismo la cazare”. Y de un salto cayó sobre Crestita y lo metió en una bolsa. Y se lo llevo hasta la cueva donde estaban las gallinitas. ¡Esto era lo que Crestita quería! Y cuando Zorroberto abrió la bolsa, Crestita saco un garrote que tenía escondido y le dio unos cuantos palazos en la cola. Zorroberto salió corriendo y Crestita volvió al gallinero con las gallinas. Hicieron una gran fiesta festejando la paliza que recibió Zorroberto.  Y tanto maíz y lombrices comieron que todos, gallito, gallinitas y pollitos se han empachado, y colorín colorado, este cuento se ha acabado.

 
Este cuento de media carilla, distribuido en páginas con ilustraciones mediocres y carentes de pasión, no ofrece un cuadro atípico: personaje arquetípicamente estereotipado, tradicionalista, elitista, tal vez algo polígamo. Luego surge el nudo de la historia, la aparición del infaltable zorro, que porta esta vez un nombre ridículo y una bolsa de linyera. Hasta este momento solo podemos criticar la prosa decadente y el reiterativo uso de conectores “Y” seguidos, así como una trama vulgar, predecible y antagónica de la lucha de clases. El zorro “pícaro” roba las gallinas y se escapa corriendo de la única autoridad palpable de ese lugar, un gallo macho que cubre el lugar de protector que tendría que tener el campesino encargado. Tal vez no es extremista especular sobre un posible retraso mental de este zorro. Su modus operandi es absurdamente infantil, al igual que la escritura de su autor. (autor obviamente anónimo). Luego de que el zorro hace su secuestro colectivo. El gallo, en su frenesí de furor, se trasviste y esconde un arma contundente entre sus ropajes femeninos. Luego se deja capturar por el agresor aviar y, despojándose de sus vestimentas de afeminación, “Crestita saco un garrote que tenía escondido y le dio unos cuantos palazos en la cola.”¿Porque en la cola y no en la cabeza? Lo cual era, en un combate singular, obviamente más efectivo.Tal vez este macho alfa tenía problemas sexuales que radicaban en una confusión sobre su orientación.Tal vez no, y es un absurdo mío. Pero si nos basamos en el análisis freudiano de los hombres que sienten atracción por travestis, y nos remontamos al trauma sin resolver de la mujer-sin-pene, todo encaja, en especial y en esencia, el despliegue de sadomasoquismo del personaje. Tal vez no use términos muy técnicos ni jerga psicológica. Estoy fundamentando, de hecho, en base a un interesante artículo que leí cierta vez en la revista Viva, en un paréntesis editorial; dudo poder localizar dicho artículo o preparar en tiempo y forma un informe profundo que apele a fuentes de psicología, lo cual de hecho no viene al caso.
 
Haya o no tenido un problema sexual. Nuestro amigo hace alarde de una violencia desmedida y tosca que fortalece valores erróneos en los niños. ¿Por qué estos cuentos se destacan por ser tan simplones? Parece una trama cíclica:

Todo bien - algo-pasa - se arregla con violencia - todo bien. 

De hecho, si miramos en la parte trasera del libro, notamos cifras que exceden los 68 títulos en la editorial:

QUESITO el ratoncito doctor

COPITO el conejito haragán
PANCITA el osito aventurero
TAPITA la patita soñadora
BABAU el perrito trabajador

PAQUETE el elefante elegante
NUBECITA el chanchito distraído
MOÑITO el gatito juguetón
CRESTITA el gallito valiente
GALOPITO el petisito contento

BANANA el monito famoso
COCOQUITA la gallina mamita
PESITO el leoncito comerciante

MANCHITA la vaquita color café
CHIPÍO el gorrioncito peleador
CORBATA la jirafita servicial
ROLITA la ardillita glotona
LULÚ la foca acordeonista
PIQUI el pollito pedigüeño

MOTITA el corderito tímido
BOBÓ el zorrito cartero
PICOTE el lorito alegre
POLITO el pingüinito viajero
TROTÍN el burrito inteligente

CACHO el perrito modelo
GOOFY sufre el calor
 

Esos nombres, como habrá notado, estimado lector, exudan ingenio y creatividad.
Como por ejemplo PANCITA el osito aventurero. O si no, demuestran el increíble desgaste neuronal que tuvieron que hacer los autores/autor para inventar nombres de tamaña magnitud de genialidad. PESITO el leoncito comerciante. De hecho todos esos títulos, conforme al modelo de CRESTITA el gallito valiente, pueden escribirse sin problema en espacio de un día. Escribirse, editarse, imprimirse y venderse más allá de la total ausencia de calidad y de nutrición de inteligencia que ofrezcan. No voy a culpar al capitalismo (que tiene la culpa, como siempre) ni a la burocracia (que también tiene la culpa) ni a los autores-anónimos-sin-escrúpulos (que tienen mucha culpa), sino a los padres, preadolescentes y adultos solitarios que CREEN que algo que se llama CACHO el perrito modelo puede nutrir la mente e imaginación de un niño.
Sin otro particular,

mr. Nemo

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