Mala praxis
Al ver esas imágenes, siento martillear en mi interior una duda: ¿es realmente necesario un artículo o la expresión “¿¿¿qué diablos es eso???” alcanza?
Al ver esas imágenes, siento martillear en mi interior una duda: ¿es realmente necesario un artículo o la expresión “¿¿¿qué diablos es eso???” alcanza?
Las 7 cabritas y el lobo es el título de este sádico cuento que nos hace remontarnos a escenas pesadillezcas o a películas en las que un ser necrófago porta una motosierra. También hace su aparición el infaltable y clásico arquetipo de villano de estos cuentos de antaño: el lobo carnívoro y feroz. Esta vez en la piel de un secuestrador a domicilio con tendencias alimenticias sádicocaprinas.*
Pero no adelantemos conclusiones, juzguen ustedes mismos.
Una cabra, que era madre soltera de 7 cabritas, vivía en una casa apartada en un bosque. Cierto día notó que sus víveres se agotaban y partió al mercado luego de darles a sus hijos la clásica recomendación materna: no le abran la puerta a nadie. A partir de este momento la fantasía se aleja y toma lugar la realidad; el nombre del cuento ahora es pesadilla. El psicópata secuestrador de menores, potencial homicida y ladrón ocasional hace su aparición.
Comienza a sonar un acorde de película bizarra de suspenso y el criminal hace su entrada. Toca la puerta con un desparpajo antinatural y con el “cuento del tío” se hace pasar por la madre de las cabritas para entrar y cometer actos de violencia y salvajismo solo tolerables en los delirios de un esquizofrénico homicida. Al igual que en la película “psicosis”, el terror se desenvuelve con trucos psicológicos. Las cabras notan que la voz ronca del visitante no es la de su madre y no abren la puerta al criminal. Este se retira, pero tan solo para robar un frasco de miel en una tienda del pueblo y volver con una “dulce voz” a llamar a la puerta. De nuevo en un ardid psicológico que realza el nerviosismo del lector, una cabrita ve la peluda garra mortal del lobo por la ventana y se niegan a dejarlo entrar.
Por último el lobo roba harina y regresa con una “patita blanca” a tocar la puerta. De nuevo surge un clímax… ¡y esta vez la triquiñuela funciona! Le abren la puerta y el lobo entra de un salto, dispuesto a que su nombre quede en los decálogos de los criminólogos del bosque. Las cabritas saltan y tratan de huir o de esconderse. Quizás el lobo bramó “PUEDEN CORRER, PERO NO ESCONDERSE MUAJAJAJA” y esta frase haya sido censurada luego porque, siendo sinceros, es difícil imaginarse la situación sin que el lobo diga eso. Las 7 cabritas tratan de ocultarse y una a una el lobo las encuentra y devora en su frenesí sádicocaprino.
Cuando el lobo se retira queda un solo sobreviviente, presa de angustias psicológicas y traumas imborrables. Tan solo pudo escapar de ser devorado el cabrito que se ocultó en el reloj de pie.
Entonces la cabra madre hace su entrada y encuentra todo revuelto, como si el mismísimo Jasón de Viernes 13 hubiera estado ahí. La cabra entra en pánico (pánico que se transmite al lector sagaz) y encuentra a la cabrita que quedaba, la cual le narra entre lágrimas lo acontecido. La cabra recuerda haber visto al criminal lobuno, que dormitaba a la orilla del rio.
Entonces sintió nacer de sus venas un poderoso fuego, la sangre de la antiquísima familia bovidae se sublevo en ella. Y sintió que un profundo odio hacia el lobo la invadía. Se paro muy tiesa mirando al este, con una mirada que hubiera helado la sangre al observador de haber sido esto una película y no un simple cuento “infantil” y le pidió con voz seca a su hijo que le trajera de su costurero una tijera, aguja gruesa e hilo solido. Cumplido esto se encamino hacia el río mascullando “vendetta” (lo cual también, estimo yo, ha sido censurado de las versiones actuales). Al encontrarse cara a cara con el criminal dormido, la cabra actuó con una metodología que solo puede nacer de la oscuridad de una mente enfermiza y criminal. Con su traumado hijo como testigo y ayudante, la cabra procedió a realizarle al lobo una operación quirúrgica inapropiada con elementos sin esterilizar y con un sadismo que bordeaba el fanatismo y amenazaba con superar al mismísimo Hanibal Lecter. Cuando hubo abierto el estomago del lobo encontró que sus hijos aun no habían sido disueltos por los jugos gástricos, procedió a sacarlos y, con tono seco e imperioso, les ordeno traer cada uno una enorme piedra.
Metió las rocas en el estomago del lobo y procedió a coserlo (creo haber visto algo parecido una vez, pero la película se llamaba Jeepers Creepers y en los títulos no decía “apta para todo público”). Una vez terminado ese acto de total mala praxis que sería considerado ofensivo por el más vil de los curanderos analfabetos que fingen ser doctos cirujanos, la cabra se retiró en silencio con su prole a su vivienda. Cuando el Lobo despertó más tarde sintió que su cuerpo estaba hinchado y, sin notar los puntos que tenía en el estomago, creyó que las cabritas le habían caído mal. Se dispuso, entonces, a tomar agua, pero el peso de las piedras lo hizo caer al rio, en el que se hundió hasta el fondo y sufrió la horrible muerte de ahogamiento.
Todo eso, damas y caballeros, es un cuento infantil.
Un argumento que parece producto de los delirios de una secta contemporánea de fanáticos adoradores de cabras. Un argumento con el que se podría hacer una brillante película de terror es un cuento infantil. Lectores, en este blog seguiremos denunciando la corrupción de los “inocentes” cuentos, pero usted contribuya, queme los libros de cuentos que tenga.
¿Estoy proponiendo una caza de brujas? Puede ser… porque los niños que se nutren con esas enfermizas historias algún día crecerán…
Sin otro particular,Nemo
*que practica una especie de pseudo-caprinae-canibalismo con sus víctimas. En el original de cuando escribí esto a los 15 años. Pretencionismo al palo.
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